Playa de Vik
Prácticamente al lado del hotel donde nos quedamos, estaba la playa de Reynisfjara, de arena negra. Tiene varios atractivos que la hacen diferente a otras que hayamos visto: los dos islotes de Reynisdrangar, que parecen emerger del mar en un extremo y el arco de Dyrael, al otro.

También hay columnas basálticas hexagonales formadas por el enfriamiento de la lava.

Desde muy temprano por la mañana, ya había bastante gente en ella. El parking es gratuito y está al lado de las formaciones rocosas.
Es muy aconsejable pasar un rato recorriendo la playa yendo hacia el arco de Dyrael, así se van apreciando los distintos extremos; vimos que la mayoría de la gente no caminaba hacia él. Eso sí, en caso de que te acerques un poco al mar para conseguir una toma distinta, ten cuidado con la marea o acabarás con las botas mojadas, como yo.

Este valle es el origen de cuentos populares como el de la Piel de Foca. Recoge la creencia de que las focas descendían de humanos y que, una vez al año, llegaban a la playa y se quitaban la piel para cantar y bailar toda la noche. Un aldeano vio las pieles de foca en la cueva y se llevó una de ellas a casa. A la mañana siguiente volvió a la cueva y vio a una mujer muy bella llorando por ello.
Skaftáreldahraun
Nos estaban llamando mucho la atención las rocas cubiertas de musgo que íbamos viendo al lado de la carretera. Así que, en cuanto vimos la oportunidad, nos detuvimos para verlas más de cerca.
Hay que seguir el sendero construido para evitar dañar la vegetación. Es un ecosistema delicado y precioso, más con tiempo húmedo, cuando el verde del musgo se torna brillante.
La suerte fue que en el parking de Skaftáreldahraun hay un mirador y un pequeñísimo recorrido por ese paisaje protegido por la UNESCO. Mereció la pena detenerse un rato en este paraje, del cual no sabíamos de su existencia.

Es lava del volcán Laki, expulsada durante la erupción de 1783. Esa erupción fue desastrosa pues produjo una neblina que envenenó la atmósfera, con repercusiones en el mundo entero.
Aparte de las alteraciones climáticas que produjo, los efectos llegaron a la población. Hubo malas cosechas y hambrunas en Europa, una de las causas de la Revolución Francesa. Como para menospreciar el poder de un volcán.
Cañón Fjaðrárgljúfur
En ocasiones se va a un lugar porque se han visto fotos y más fotos del mismo y te dices que hay que ir cuando surja la oportunidad, pero cuando tuvimos frente a nosotros el cañón Fjaðrárgljúfur la primera impresión fue mucho mejor que todas las buenísimas fotos que habíamos visto.
Lo mismo nos pasó con el Cañón del Colorado. Lo que nos demuestra que a la grandiosidad de los cañones, sean grandes o pequeños, no le hace justicia ni la mejor foto que se haga.
El Cañón Fjaðrárgljúfur se formó a partir de una laguna glaciar. El río de hielo fue excavando la roca y dejando las capas que hoy vemos en el suelo de palagonita, material volcánico, otra palabra nueva.

Se accede por un desvío de la carretera 1 y en cuatro kilómetros se llega a un parking, gratuito, donde se empieza el recorrido. Nos llevó una media hora la ida y otra la vuelta, con tiempo suficiente para parar en los miradores y contemplarlo con calma. Es de una belleza irresistible, acaba en una cascada que parece pintada.
Cascada Svartifoss
Para llegar a la cascada deSvartifoss hay que desviarse ligeramente de la carretera 1. Se llega a un parking, esta vez no es gratuito, es el único que encontramos con un precio bastante caro, desorbitado.
Esto es muy importante porque nosotros no nos fijamos en la cámara que hay a la entrada y que hace fotos a la matrículas de los coches. Si no es por un chico español, que nos encontramos en el centro de información, cuando estaba pagando su parking, ni nos enteramos y hubiéramos tenido una multa.
Desde el mismo centro de información hay que subir y subir, durante unos 40 minutos, hacia la cascada de Svartifoss. Antes nos encontramos con otra cascada que tampoco está mal, pero el objetivo es la siguiente.

Lo que le da un especial atractivo a Svartifoss es estar en un decorado de columnas basálticas. Parece de diseño.
Laguna de Jökulsárlón
Esta laguna fue la guinda del día. Antes habíamos visto, en varios tramos de la carretera 1, varias lenguas de glaciar. También sentíamos su frío.
Es en la laguna glaciar de Jökulsárlón donde se ven los bloques que se desprenden y van hacia el mar por un corto río que lo comunica con la laguna.
Caminamos por la orilla viendo los trozos de hielo que se asemejan diamantes por su brillo, alguna foca y las gaviotas posándose en el hielo.
Es otro de los parajes únicos de Islandia donde se entremezclan los sentimientos, el de admiración ante la belleza que estás viendo y el de tristeza por el deshielo del glaciar. Es su proceso natural, pero acelerado por la acción humana.

La belleza de los cristales que van menguando su tamaño, variando sus formas, hasta fundirse en el agua conmueve cualquier sensibilidad. Si se saltan las lagrimas al recordarlo, cuanto más se siente estando allí.
Estos pensamientos les escribí en el relato Querido glaciar Vatnajökull, para el concurso sobre #viajessostenibles de la Zenda Libros. ¡Quedé entre los 10 finalistas!
Islandia, como un volcán, te mueve por dentro; no deja indiferente a nadie.
Alojamiento
Rauðaberg II: Le cogimos en Booking.
Es un alojamiento correcto para pasar una noche. La cocina y el baño son compartidos, la verdad es que algunos elementos necesitaban algunos arreglos que se han ido deteriorando con el tiempo.
No hay recepción; al llegar vimos nuestro nombre escrito en un pizarrín colgado en la puerta de una de las habitaciones, bastante amplia. La comunicación con el dueño por correo fue buena.