Intercambio de casa en Berriatua
En nuestro relato Ventajas de un intercambio de casa podéis leer por qué nos gusta tanto este sistema para pasar las vacaciones o, incluso, puentes y fines de semana.
En él decíamos: “Viajar siempre es bueno, pero viajar mediante un intercambio de casa es muy distinto; para nosotros, es mejor.”
Entre las ventajas señalábamos: Ni la mejor “suite” del mejor hotel se puede comparar con todo lo que contiene y proporciona una casa. Conoces una zona de forma más profunda. Disfrutas de una casa: su decoración, libros, música. Todo lo nuevo enriquece. Es un aprendizaje para nuestras hijas. Descansas como quieres. Te marcas los horarios que quieres. Te cuidan tu casa mientras no estás en ella. Confías en otras personas, te comunicas con ellas, se crea una relación amigable. Tu casa se llena de recuerdos: voces en otros idiomas que han habitado en ella. Una casa también se viste con las personas que pasan por ella.
Todo lo anterior lo podéis leer en el relato mencionado.
Así fue en nuestro intercambio en Berriatua; un pueblo pequeño, pero muy bien situado para descubrir lugares cerca de él o tomarlo como base para otros un poco más alejados.

Además, en Berriatua pudimos ver un partido de cesta punta, es emocionante oír el ruido de la pelota contra las paredes del frontón y ver la habilidad de los pelotaris para coger la pelota. En el mismo frontón hay un bar con buenos pintxos.
San Juan de Gaztelugatxe
Debido al buen tiempo y a la fama que ha cogido este paraje, gracias a que fue el escenario de Rocadragón en la serie de Juego de Tronos, subir a la ermita de San Juan de Gaztelugatxe se le había ocurrido a muchísima gente; por algo es el segundo lugar más visitado de Euskadi.
Es totalmente aconsejable reservar la hora con anterioridad. La entrada es gratuita. Al entrar vimos a personas que no habían reservado; tenían que esperar, pero sí que les dejaron pasar cuando había menos afluencia, suele ser hacia la hora de comer. A partir de las 19:00 h no se necesita reserva.
Una vez conseguido aparcamiento hay que dirigirse a la caseta de control, ahí es donde empieza. Está a escasos metros del bar restaurante Eneperi, donde nos tomamos unas rabas deliciosas ante una buena vista de la ermita.

La caminata, entre ir y volver, nos llevó algo más de dos horas, con múltiples paradas para hacer fotos y descansar un rato en le ermita.
El sendero hacia la ermita, del siglo IX, tiene dos partes: al principio se va bajando por un camino ancho; después se va subiendo hasta el peñasco donde está la ermita por los 241 escalones un tanto estrechos para dos direcciones cuando hay tantas personas, a veces hay que pararse si te encuentras con alguien que baja. Mediante estos zigzagueantes escalones, el islote donde se construyó San Juan de Gaztelugatxe quedó unido a la tierra firme de la costa.

Subas o bajes se va disfrutando de ambos lados del sendero, a un lado Bakio, al otro el mar con el cabo Matxitxako; más allá, Bermeo, que no se ve.
Una vez arriba entiendes el porqué de tanto tañido seguido de campanas. Existe el ritual de tocar la campana tres veces y pedir un deseo; también ahora se da otro rito: el de dar el móvil a quien está detrás para que te saque la foto.
Esta ermita suele estar cerrada, lo mejor es dar una vuelta a su alrededor mirando hacia el mar imaginando las historias que ha tenido lugar desde el siglo X: incendios, reconstrucciones, batallas, pirateos,…
Al lado de la ermita hay un refugio que protege del viento.
Como entre tanta gente no vimos a la Khalessi, nos fuimos en dirección al Cabo Matxitxako parando entes en un mirador para ver, una vez más, San Juan de Gaztelugatxe desde la lejanía.
Cabo Matxitxako
Antes de llegar a Bermeo hay que desviarse para llegar al cabo Matxitxako. Hay dos faros, uno ya no tiene uso, lo tuvo desde 1852 hasta 1909; el otro sí que está activo.

Es parte de la Reserva de la Biosfera de Urdabai. Desde el cabo Matxitxako aún se ve San Juan de Gaztelugatxe, es una visión de la que no te quieres despedir. Si hay suerte se pueden ver cetáceos y las aves marinas que están en un cartel en el faro antiguo.
Urdabai Bird Centre
En todo viaje hay que estar abierto a lo que no buscas y encuentras por azar del camino. Eso nos ocurrió cuando íbamos en dirección a Elantxobe bordeando la Reserva de la Biosfera de Urdabai. Este paraje natural formado por marismas, campiña, bosques, mar abierto y fondos marinos fue un descubrimiento pues hasta ese momento desconocíamos su importancia ecológica ya que alberga numerosos ecosistemas

El Urdabai Bird Centre está concebido como un aeropuerto ya que en esta Reserva de la Biosfera las aves del norte se detienen en su migración. Ya en el cartel exterior pone “International airport for birds”.
La visita es muy amena, con informaciones interesantes. Se pueden ver las aves que están en ese momento con ayuda de los estupendos prismáticos y la del personal encargado.
Nos resultó curioso ver aves de otros hábitats a tiempo real gracias a las cámaras en directo. Impresionante fue mirar cómo se deshacía el hielo de Islandia a través de una de ellas.

Recomendamos subir a la torre de más arriba para contemplar la reserva y disfrutar del silencio, roto solamente por las aves.
Elantxobe
Antes de llegar a Elantxobe se puede parar en las playas de Laida y Laga. Elantxobe es un pueblo de pescadores, protegido del viento por el cabo Ogoño.

Desde el aparcamiento de arriba hay una buena vista del pueblo.

Nos contaron, pero no lo vimos, que los autobuses que bajan al pueblo tienen que dar la vuelta mediante una plataforma giratoria.
Lekeitio
Otra de las agradables sorpresas fue conocer Lekeitio. Pueblo con varios atractivos: un casco antiguo con mucho sabor local, una playa de arena fina, Karraspio; el puerto con muchos bares y las vistas desde el camino que va al faro.


El faro es un buen lugar para hacer una parada y comer algo, ya que dispone de bar, con el mar al fondo. Llegando al pueblo se divisa la Isla de San Nicolás, a la que se puede pasar si no ha subido la marea.


Ondarroa
Ondarroa estaba prácticamente al lado de nuestra casa de intercambio en Berriatua. Por allí paseamos una noche, desde el puerto hasta el puente Viejo, o puente romano, teniéndole como fondo nos tomamos unos chacolís un viernes de pintxo-pote; la verdad es que estaba muy sabroso todo lo que nos ofrecieron.
Aquí tienes información de la ruta del pintxo-pote
Markina-Xemein
A Markina-Xemein fuimos a ver un mercado local en su plaza. Mucho ambiente, incluso se podía comer en una gran carpa que había en la misma plaza del mercado.
Mutriku
Con la disculpa de contemplar el atardecer y tomarnos una cerveza frente al mar en el bar Flixgain, nos recorrimos parte de Mutriku, pueblo que pertenece a Gipúzcoa, desde el puerto, donde aparcamos fácilmente, hasta subir por unas escaleras una vez pasada la playa.

¡Vaya si mereció la pena la vista! Tanto como este viaje con intercambio de casa por San Juan de Gaztelugatxe y la costa de Vizcaya