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Tongatapu, el reino de las palmeras

¿Dónde puede uno sentarse sobre rocas de coral que se formaron hace un millón de años, pasear entre sifones cuando hay marea baja, bañarse en piscinas naturales de fondo azul a la vez que contempla la inmensidad del océano y siente romper las olas con fuerza contra las rocas? Nosotros no sabíamos que íbamos a descubrir todo eso en Tongatapu cuando decidimos visitarla, tan sólo queríamos conocer otra isla del Pacífico, de camino entre Fiyi y Nueva Zelanda, con el aliciente de que así además conocíamos otro país: Tonga, donde empieza el día.

Es éste un archipiélago casi invisible en el mapa y los tonganos nos preguntaban cómo es que habíamos elegido ir allí. No se ven muchos españoles sin duda, aunque por estas islas pasaron navegantes como Francisco Mourelle en 1781, que llamó a una de ellas Isla de la Amargura, por no encontrar refugio. Sin embargo, sí que encontró un puerto en Vava’u, que aún hoy en día se llama Port of Refuge. Gracias a sus informes la expedición científica de Bustamante y Malaspina se detuvo en estas islas. Antes que Mourelle habían llegado el holandés William Shouten y, como no, el Capitán Cook, que las llamó las Islas de la Amistad.

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Playa en Tonga

Tonga es el reino más antiguo de la Polinesia y el único que conserva la monarquía. Su sistema político se parece al feudalismo pues el rey, poseedor de las tierras, las cede a los nobles, que a su vez se las dan al pueblo para que las trabaje. En los últimos tiempos ha habido protestas y el rey ha accedido a aumentar los miembros del parlamento, comprometiéndose a crear un sistema democrático.

La capital de Tonga, Nukualofa, es pequeña, aunque en ella esté el Palacio Real, el Banco de Tonga y todos los Ministerios.

También hay alguna embajada. No hay edificios altos, ni grandes carreteras. Lo más alto de Tongatapu son las palmeras, que son las que identifican a la isla. Para los tongos el cocotero es el árbol de la vida porque de él aprovechan todo. También hay mucha papaya, vainilla, mango, café, tomate y plátano. Aparte de cerdos y gallinas, también se ven algunas vacas y caballos. Sin embargo no hemos visto más industria que la meramente artesanal: bisutería, pinturas sobre piel, cestería y talla de madera o hueso. La energía proviene de generadores diesel, como en todas las pequeñas islas del Pacífico, aunque se están empezando a interesar por la energía solar.

Algo muy llamativo es la cantidad de adolescentes que hemos visto con el uniforme del colegio que venían a examinarse a Tongatapu, pues era época de final de curso. Muchos de ellos y ellas vestían una falda de tiras trenzadas o de cestería encima de la ropa.

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Calle de Nukualofa

Es un país en vías de desarrollo y, aunque es pobre, hay más igualdad que en Fiyi. En Tonga, se ve la realidad en la que vive la gente, pues no hay complejos turísticos, y lo que merece la pena visitar (acantilados, cuevas, puentes naturales, monumentos de la antigua cultura polinesia) no está suficiente preparado para recibir visitantes, pues apenas hay señalización ni papeleras. Lo mejor que puede hacer el que decide visitar Tonga es olvidarse de los lujos, conformarse con la vida sencilla y disfrutar de la naturaleza.

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Nosotros llegamos al aeropuerto casi de noche y allí estaba esperándonos Pina para llevarnos, junto a una pareja de Suiza y un ruso, al Keleti Resort, su negocio familiar, www.keleti-resort-tonga.com  El mar se sentía, pero no podíamos verlo porque en un visto y no visto se había hecho completamente de noche. Así que pasamos la noche oyendo el estruendo de las olas, tan fuertemente como si fueran a entrar en nuestra habitación. A la mañana siguiente pudimos comprobar cómo era la costa: largos acantilados con piscinas naturales y una playa pequeña que había justo delante del restaurante.

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Vista desde el hotel

La arena era suave, la roca de coral, llena de conchas, ermitaños, cangrejos, peces y más coral. Es tanto lo que ves que no te aburres de estar ahí. Nuestro primer día en Tonga era domingo y todo se había detenido, pues todos acuden a la iglesia a  la que pertenezcan: presbiterianos, metodistas, católicos, mormones (los más ricos, por cierto) Nos pareció muy curioso que, nada más llegar, nos preguntaran qué religión teníamos y si íbamos a ir la iglesia, suponemos que sería para ofrecernos un medio de transporte.  Por la tarde estuvimos en la playa y nos bañamos con los niños del pueblo que sentían mucha curiosidad por saber de dónde éramos, nos preguntaban el nombre y querían jugar con nosotros. Aprendimos a saludar (malo e lelei) y a decir gracias (malo aupito). Nuestra pronunciación les parecía bastante buena.

El Keleti consiste en un restaurante y cafetería situados frente a los acantilados del Sur de la isla. Las sencillas habitaciones están en pequeñas casitas con un porche, cuarto de baño, vistas al mar y rodeadas de jardines. Ofrece transporte a los turistas por un buen precio para ir a conocer la capital o a hacer un tour por la isla.

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Piscina de coral

En la capital aprovechamos para sacar dinero, pasear por las calles principales, que son dos, entrar en las tiendas de artesanía y comer en la cafetería Friends, un sitio muy agradable con internet gratis e información turística que es además donde se juntan todos los visitantes que van a la ciudad pues es el único. Como la ciudad es tan pequeña, con cuatro horas sobra tiempo para ir hasta el puerto, comer, pasear por la calle principal donde están las tiendas y volver a tomarte un buen café tranquilamente.

A día siguiente fuimos a hacer el tour por la isla que oferta el Keleti. En unas tres horas la recorrimos parando en los lugares de interés como el Puente Natural, que está en los acantilados del oeste desde donde se ve la isla de Eua.

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Acantilados

Después nos llevó a la Cueva Hina, al lado de una bonita playa, donde al día siguiente se iba a celebrar una cena tongana típica con espectáculo incluido. Había gente preparándolo todo y que, muy amables, nos invitaron a plátanos y a coco.

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Nos invitan a un coco

Después visitamos el Trilithon, conocido por ser el monumento más antiguo de la Polinesia, construido con tres grandes piedras. Se cree que pudo ser la entrada a un palacio o una representación de la unión entre dos hermanos. Al lado había unos puestos de artesanía y las vendedoras en cuanto nos vieron llegar se prepararon para vendernos algo. Los colgantes de nácar eran francamente bonitos y al detenernos a mirar, la vendedora no cesaba de decirnos que nos iba a hacer un descuento, que el precio era de 25 pangas pero que nos lo daba a 15 porque éramos los primeros clientes del día. Nosotras realmente no teníamos intención de comprar nada, pero como eran baratos y nos gustaban decidimos elegir dos de los colgantes. Cuando mostramos interés por uno de ellos nos dijo que ése era más caro por ser de concha madre. Le ofrecimos 30 pangas por dos y al momento nos ofrecía otro más por sólo 10, pero le dijimos que no queríamos más. La verdad es que esta forma de vender aturde un poco y no sabes qué hacer. Luego vimos que en el aeropuerto vendían también colgantes de nácar por menos. ¡En fin, que no sabemos regatear!

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Trilithon

Otro monumento antiguo son los Langi, una especie de pirámides bajas que la nobleza usaba como sepulcro.

Por último, nos detuvimos a ver los acantilados donde rompen las olas más fuertes y donde se pueden ver los bufones más altos. Para reponer fuerzas, el conductor nos invitó a sandía.

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Playa en la Cueva Hina

Ningún día estuvimos solos en el Keleti pues, aunque en octubre no era temporada alta, siempre había algún viajero. Aparte del ruso y los suizos que estuvieron el fin de semana, conocimos a un inglés jubilado que viajaba solo, sin la mujer, y que había estado en un montón de sitios, ¡entre ellos el Wild Wild West en Las Vegas como nosotros!, también una pareja de Australia y un joven alemán. Casi todos ellos se alojaba allí antes de ir a otra isla más pequeña del archipiélago.

En temporada alta la mayoría de turistas llegan de Nueva Zelanda, que es el país de referencia entre las islas del Pacífico, a donde muchos tonganos emigran o van a estudiar y al que nosotros también nos dirigiremos.

Una última anécdota nos ocurrió antes de coger el avión: ¡nos olvidamos una maleta en el Keleti! El conductor tuvo que regresar a buscarla y, como no teníamos ya moneda de Tonga, tuvimos que pagarle en euros, ¡menos mal que los aceptó! Por las noticias económicas que leíamos sobre Europa ya temíamos que nuestra moneda común valiera menos que los colgantes que compramos. ¡Siempre nos quedará Tonga!

Vuelta al mundo 2011/12

 

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