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Una del Oeste en Yakima

Dejamos Seattle en autobús de Greyhound hacia Ellensburg. Nuestro destino era Yakima. Viajar en autobús en EEUU no es como en España; aquí lo primero que se coge para desplazarse es el coche, después el tren y, la última opción, es el autobús. Se nota que, en algunos trayectos, la gente que viaja en autobús tiene menos recursos económicos. Aún con todo, el bus es algo más caro que en España.

Nuestros nuevos anfitriones nos recogieron en Ellensburg para llevarnos a su casa de Yakima, en el Estado de Washington. Al poco rato de llegar nos fuimos a lo que nosotros llamaríamos una merienda-cena en casa de unos amigos. Allí nos encontramos con unos cuantos …¡maestros! La mayoría hablaba español: los dueños porque sus padres eran de Méjico, otro porque era argentino, otra porque estaba casada con el argentino y otros porque habían estado de cooperantes hace muchos años en la República Dominicana. Hacía mucho calor y la piscina nos vino muy bien. Entre charla y charla caían las cervezas y los tamales. ¡Cómo estaba la tarta “Tres Leches”!

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Yakima pertenecía a la tribu de los Yakama;  se empezó a colonizar hacia el 1800. Aunque era una tierra muy árida aquí se establecieron los primeros colonos que, gracias al río Yakima, empezaron a irrigar estas áridas tierras hasta convertirlas en muy apropiadas para el cultivo de frutas. En el siglo pasado había muchas compañías de manzanas que, a su vez, originaron otras empresas para empaquetar,  para imprimir las etiquetas, así como tiendas porque, poco a poco, esta ciudad fue creciendo.

Viendo el Museo de Yakima, a muy pocos metros de nuestra casa, nos dábamos cuenta de los duros que tuvieron que ser los comienzos.  En el 1804 Lewis y Carl hicieron una expedición hacia la costa oeste, la india shoshone Sacagawea  les ayudó a comunicarse con otros indios y a señalarles por dónde estaba el Océano Pacífico. Más tarde llegarían los primeros colonos; al principio los indios no se lo pusieron fácil y lucharon contra el ejército americano hasta que en 1855 firmaron un Acuerdo con los EEUU. Hoy en día forman la nación Yakima y gozan de sus propio Parlamento, policía y tierras.

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Vestimenta Yakama

Otro día fuimos a Toppenish. Es un pueblo pequeño que se caracteriza por los numerosos murales que están pintados en edificios, paredes y comercios; todos hacen referencia a la etapa de la colonización de estas tierras. En ellos ves representados desde escenas de la colonización hasta el famoso tratado de 1855, pasando por un vaquero domando un caballo. Vamos, ¡lo que tanto hemos visto en las películas del Oeste!   Fue difícil para aquellos primeros tiempos  colonos, en tierra ajena, inhóspita y con un calor tremendo en verano y frío en invierno. Pero también tuvieron que ser peores tiempos para los indios que conocieron, en muy pocos años, la lucha con un pueblo totalmente desconocido  que tenía rifles mientras que ellos sólo flechas, tenían otras herramientas hechas de metal y ellos de piedra. En pocos años pasaron del neolítico a la edad moderna. Y encima tuvieron que luchar contra ese pueblo extraño en su propia tierra. Estos pensamientos te vienen cuando ves el Museo de la Nación Yakama, a las afueras de Toppenish. Un museo pequeño, pero muy interesante y didáctico.

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Museo de la Nación Yakama en Toppenish

Un día que hacía unos 40 º C nos fuimos a andar con la familia que nos aloja al Cañón Cowiche. ¡Qué calor sin apenas vegetación! Nos daba por pensar lo que sentirían algunos colonos viendo aparecer a indios en la cima. Después de unos cuatro kilómetros en los que no paras de sudar, llegamos a una bodega a degustar vinos. ¡No lo podíamos creer! Pocos minutos antes venderías lo que fuera por un vaso de agua fría y ahora estábamos ante una buena vista, rodeado de viñedos y con una cata de cinco vinos por delante. ¡Así es la vida! Lo malo es que tuvimos que regresar por el mismo camino, cuando acabamos ya habíamos sudado el vino de la bodega Washington ¡Así también es la vida!

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Cañón de Cowiche

Desde hace unos 20 años Yakima es conocida también por sus vinos. Esta tierra está dando unas uvas excelentes y actualmente hay bastantes bodegas, unas más cercanas y otras más lejanas. En el pueblo también degustamos los vinos de la bodega Kana, ¡estaban riquísimos!

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Bodega Kana

Como parece que no podemos dejar de ser maestros una mañana nos acercamos a la escuela pública donde trabaja nuestra anfitriona de bibliotecaria, Gilber Elementary School. Sí, he dicho bien, ella trabaja de bibliotecaria, solo de bibliotecaria; no como en nuestras escuelas que además de encargarte de la biblioteca –o de otras responsabilidades- tienes que hacer esto, aquello y lo demás allá. La biblioteca era un lugar muy acogedor, muy ordenada con todo tipo de materiales, ¡una verdadera mediateca! Ella también lee cuentos a los alumnos cuando vienen. Había una sección en español porque el 80% del alumnado es de origen hispano, de Méjico principalmente.

Nos costó muchííííísimo dejar Yakima. Aquí habíamos vivido con una familia que nos trató como parte de la suya. La convivencia fue fenomenal y aprendimos mucho unos de los otros. Nos hicieron comidas suyas; como el maíz, al que aún no le hemos sacado el gusto. Les hicimos una paella y tortilla de patata que les encantó, a ellos y a sus amigos mejicanos, a los cuales invitamos ya que se habían portado tan bien con nosotros, su piscina nos vino de maravilla en alguna ocasión. Aquí hemos hecho una vida tan local que hasta Marisol ha tenido que ir dos veces al dentista. Nos costó dejar Yakima y a la familia Kessler; ¡ah! Y a Abby y a Lucy, una perras super cariñosas a las que vamos a echar de menos.

Al dejar Yakima tuvimos la misma sensación que cuando dejamos Burgos: salíamos de casa.

Vuelta al mundo 2011/12