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Islas Fiyi, tal vez algo parecido al paraíso

La verdad es que no sabemos si el Paraíso existió tal como nos lo explicaron de niños, es una cuestión de fe; pero no es menos cierto que puede estar donde cada uno lo quiera ver. Para nosotros las Islas Fiyi podían ser algo parecido al paraíso particular que cada cual quiera descubrir; pero si en el primero había una serpiente, en éste hay mosquitos que nos acribillan. No hay lugar perfecto.

Salimos de Honolulu muy, pero que muy temprano. Aterrizamos en Nadi, isla de Viti Levu, habiendo hecho una escala en Apia, capital de Samoa. Desde el aire vimos los arrecifes de coral y las aguas azuladas. Esto parecía que iba a ser distinto. Ya en el aeropuerto se notaba la diferencia con Hawaii. Aunque los dos archipiélagos están en el Pacifico, aquí la presencia de habitantes locales es total, los extraños somos los turistas. Por cierto, llegamos al día siguiente por aquello de que el meridiano que marca la franja horaria empieza aquí.

Los chóferes de los hoteles nos sonreían al pasar diciéndonos bula (hola). La amabilidad es una característica de este país, no creemos que sea porque seamos turistas en este archipiélago de más de 300 islas de las cuales 110 están permanentemente habitadas. Los primeros habitantes de Fiyi llegaron del Sudeste Asiático tiempo antes de que fueran descubiertas por exploradores europeos en el siglo XVII. En el siglo XIX se sometió al control británico como colonia hasta el 1970. Tras el golpe de estado de 1987 se proclamó la República.

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Hotel en Nadi

Habíamos cogido una habitación en el www.aquariusfiji.com El precio no era de lujo –bastante barato-,  el lujo era la vista: el Océano a diez metros con todo lo que ello conlleva. No hicimos nada especial en dos días: estar allí, bañarnos. Por supuesto que dimos clase a nuestras hijas, siempre lo hacemos sea el día de la semana que sea, salvo que tengamos un vuelo o una excursión de un día entero; o sea, actividades complementarias.

Queríamos conocer un poco alguna isla más. Estábamos entre el archipiélago de las Mamanucas  y el de las famosas Yasawa. Como no teníamos muchos días elegimos pasar una un día en el primero y dos en el segundo.

Para ir a Mana, en las Mamanucas, cogimos una barca que hace las veces de correo y servicio de paquetería. Para acceder a la barca tuvimos que ir andando un poco hasta ella, nos cubría hasta la rodilla. Por el camino vimos, sin bajarnos, algunas islas: Bounty , Beachcomber, en ellas se montaba o bajaba alguien o dejaban algún paquete. Hasta llegar a Mana se observaban arrecifes de coral. Nos recibieron en la playa dándonos la bienvenida el personal del Sereana Backpacker, un hostel con lo más mínimo. Como nos habían dicho: Fiyi básico, pero auténtico; no tan turístico.

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Hostel en Mana

Felipe, que hace las veces de organizador de actividades, nos llevó a la paradisiaca playa de Sunset de aguas eran cristalinas y con vistas a otra isla; tal vez fuera en la que se rodó “Naufrago”, con Tom Hanks; en ella podíamos hacer snorkelling; la verdad es que para ver peces había llegar al arrecife de coral, el cual no estaba a pie de playa, mantenerse un rato buceando y volver a la orilla; a diferencia de los que vimos en Hawaii los de aquí nadaban sobre coral.

Antes de cenar vimos un atardecer más…  (nos preguntamos qué adjetivo lo definiría mejor) ¿Bello? Lo era. ¿Magnífico? También. Los atardeceres debieran tener sus propios adjetivos.

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Atardecer en Mana

Después de la cena Felipe nos amenizó con algunos bailes locales, en alguno de ellos unos niños del poblado le acompañaron. No parecía muy contento porque, durante la danza del fuego, se le cayeron varias veces las antorchas. Al acabar el baile una chica francesa nos dijo que si queríamos beber cava (es lo que entendimos). Nos miramos extrañados pensando que era raro que lo tuvieran en este alojamiento tan simple. Aunque hemos comprobado a lo largo del  viaje que todo el mundo conoce Barcelona,  el  tener  cava nos parecía un exceso de pasión hacia Cataluña. Nos aclaró que era una bebida típica de aquí y que Felipe, nuevamente, la estaba haciendo. Cuando nos acercamos a él le vimos que estaba estrujando un trapo en agua en una palangana de plástico, lo primero que pensamos fue que se estaba lavando los calcetines; pero no, estaba exprimiendo la raíz de una planta llamada kava .  Para tomarlo había que dar tres palmadas antes  y después de que cada uno bebiera. Nosotros lo hicimos, no tiene alcohol, pero sí unos efectos narcóticos si se bebe en exceso. Nos contaron que beber kava era un ritual de bienvenida o acuerdo entre personas y el jefe del poblado, si no le caías bien, te podía echar de la isla. Nos quedamos.

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Aguas cristalinas en Mana

Al día siguiente, antes de irnos, recorrimos un poco el poblado en el que el hostel estaba y nos sorprendió porque era lo más parecido a otros del llamado Tercer Mundo que, muchos años atrás, vimos en Centro y Sur América. Fue la primera vez que nuestras hijas se encontraron delante de la pobreza de otro país. Es bueno que todos conozcamos lo que hay detrás del turismo, al otro lado de los hoteles, conocer los máximos ángulos posibles de un lugar. Nuestra estancia en Mana nos sirvió para saber en qué clase de paraíso estábamos.

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En Mana

Al día siguiente, ya en Nadi, nos levantamos muy pronto para coger el barco que nos llevaría a Nanuya  Balavu, en el archipiélago de las Yasawa. Un autobús va recogiendo gente por los hoteles para llevarlos a Port Denarau. En Nadi vimos que las casas son mejores que en Mana; al llegar a Port Denarau hay un control policial, a partir de ese punto lo que se ven son buenas casas y, sobre todo, gente blanca. Donde hay pobreza hay también siempre riqueza.

Las dos primeras islas que vimos son las mismas que el día anterior hacia las Mamanucas. Después aparecen Vomo, Kuata, en frente Waya Lailai, seguido está Waya, la cual parece de película, playa y palmeras en un primer plano con colinas rocosas detrás. Después de tres horas de viaje llegamos a nuestro destino: Nanuya Balavu.

img_1060Nos vinieron a recoger en una barca puesto que, como ocurre en otras islas, no hay puerto. El personal del Manta Ray nos recibió con cánticos. Las cabañas, “bure”, están en plena naturaleza, bien integradas en ella, en buena armonía y frente a la playa en la que, en varias ocasiones, hicimos snorkelling. ¡Vimos un montón de peces diferentes de vivos colores sobre el coral! ¡Incluso una raya!  Aquí, según la época, suelen verse peces manta, pero acababa de terminar la temporada.

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Desde el hostel en Nanuya Balavu

En el Manta Ray http://www.stayinfiji.com  hemos pasado  tres días; está bien organizado, limpio, con personal muy amable; tienes varios menús diferentes para elegir entre las tres comidas que se incluyen en el precio. No es caro, el presupuesto sube por el transporte. Por las noches realizan algunas actividades; una de ellas consistió en una carrera de ermitaños.

Nuestro regreso a Nadi suponía el final de nuestra estancia en Fiyi. Podíamos haber visitado más islas; haber subido hasta Nacula, donde se rodó “El Lago Azul”, haber estado más tiempo tratando de descubrir más playas y, sobre todo, vida marina; porque el verdadero paraíso tal vez esté bajo el mar. Así nos lo pareció.

Vuelta al mundo 2011/12