Viajar en tren desde Vermont a las Cataratas del Niágara supuso un día entero de viaje con cambio de tren incluido en Schenectady (NY). Fue muy curiosa la llegada porque no te bajas en una estación, sino en una especie de apeadero donde no hay más que taxistas de origen asiático dando voces para organizar a los viajeros que bajan del tren con cara de haber traspasado un túnel fantástico que une USA y Sri Lanka. Pero no, sólo estás en una ciudad estadounidense fronteriza con Canadá, desde la cual se puede llegar en taxi a la parte canadiense.
La frontera de USA con Canadá está en el puente que cruza el río Niágara, desde el cual vimos por vez primera el salto de agua producido por el desnivel de 52 metros que origina las inmensas cataratas. Impresionan por su belleza. Enfrente, se ven las altas torres y rascacielos de la ciudad canadiense.
Una vez acomodados en el www.rainbowbnb.com (el cual recomendamos), salimos a pasear. Había anochecido y vimos las dos cataratas iluminadas: Justo enfrente de nosotros estaba la catarata del lado estadounidense, que cae sobre unas enormes rocas que provocan una bonita cascada y, al fondo, se veía la gran catarata con forma de herradura del lado canadiense. Realmente, lo que se veía en ese momento, era una gran nube que iba de abajo hacia arriba, para volver de nuevo a caer. ¡Llovía desde abajo!
La segunda parte del paseo fue por una calle llena de gente a ambos lados, rodeados de luces. Planet Hollywood, Hard Rock, Coca Cola, Casino, Sheraton, Starbuck… toda la feria americana en su apogeo. Hasta que dimos con nuestro pequeño descubrimiento para cenar: Un Boston Pizza, un restaurante con aire jovial y deportivo genuinamente americano.
A la mañana siguiente, después de un buen desayuno, nos fuimos a coger The Maid of the Mist, el famoso barco que lleva montones de turistas en chubasquero a ver caer las aguas del Niágara que van desde el lago Ontario hacia el lago Eire. Parecíamos alienígenas succionados por la nave nodriza. Verlas desde abajo es otra experiencia diferente pues sientes toda la fuerza, el sonido y la “lluvia” producida por la caída de agua, porque a eso no se le puede llamar “salpicar”, aunque realmente lo sea. Merece la pena.
También es conveniente pasear por los jardines hasta llegar a la antigua central de energía hidroeléctrica, contemplándolas desde arriba. El punto mejor es donde se produce el salto de agua: es hipnotizador.
Un dato curioso es la enorme erosión que se ha producido en la catarata de herradura debido al desvío de grandes cantidades de agua para producción de energía eléctrica. Se alcanzó el ritmo de 3 m por año. Sorprende ver lo diferente que era a la llegada de los primeros colonizadores europeos. Se intenta detener ese ritmo artificialmente mediante diques subacuáticos y consolidando la cima. Se ha conseguido que sólo sea de ¡3 cm al año!
Nos despedimos de las cataratas con una sesión de fuegos artificiales que esperábamos mucho más vistosos dado el lugar en el que estábamos, ¡prometemos no criticar más a los fuegos de las Fiestas de Burgos!
A la mañana siguiente la dueña del B&B nos llamó un taxi para ir a la estación. Mientras le esperábamos nos contó que llevaba veinte años en Canadá, vino huyendo de la guerra en Croacia, salió para que sus hijos viviesen y lo perdió todo, hasta la casa. Mientras esperábamos al autobús de Coach Canadá que nos llevó a Toronto, hablamos de esa guerra que fue tan cercana a nosotros, en plena Europa, de la que veíamos sus horrores y matanzas desde la TV mientras los líderes mundiales no hacían nada por evitarlo, hasta muy tarde: en Croacia no había petróleo y había que vender armas; el negocio de siempre.
Tristes pensamientos, pero todo forma parte del viaje.
Vuelta al mundo 2011/12