Había una vez un tonelero llamado Venancio que fabricaba decenas de toneles para que el vino de la bodega durmiera un tiempo en su cómodo interior.
Un día a Venancio, mientras serraba rítmicamente la madera de roble con la garlopa, le dio por pensar que el vino también soñaba.

Venancio
-Algo que viene de la tierra, es acariciado por el aire y por la lluvia hasta que se convierte en ese líquido sabroso que nos alegra, tiene que tener sueños propios – se decía con gesto reflexivo.
Venancio, animado por esta idea, siguió pensando:
Tal vez sueñe con su niñez, allá donde nació muy lejos de aquí, en el Cáucaso, hace alrededor de 6000 años. Tal vez con su adolescencia, cuando iba y venía en barcos fenicios o con las fiestas grecorromanas en honor al dios Dionisos o Baco. O en su juventud, en la Edad Media, donde no faltaba ni en monasterios ni en castillos, pues le valoraban tanto campesinos como monjes y reyes.
Tal vez sueñe con los libros en los que, desde Gutenberg, ha sido protagonista, como en aquel en el que un pícaro llamado Lázaro trataba de engañar a un ciego y resultó ser él el engañado recibiendo una buena lección por ello.

El lazarillo y el ciego
Tal vez sueñe con las decenas de veces qua ha sido nombrado en nuestro refranero popular que tanto anima las conversaciones: “Al pan, pan y al vino, vino”, “el trigo en la panera y el vino en la bodega”, “tinto con jamón es buena inyección”, “bebe vino y come queso y llegarás a viejo”, “el buen vino resucita al peregrino”, “el que al vino le echa agua, de dos cosas buenas hace una mala”, “tomando vino de Toro más que comer, devoro”. Recuerdan el sentido común aparte de dar buenos consejos: “A nadie le hace daño el vino, si se toma con tino”, “bebe el agua a chorros y el vino a sorbos”, “beber con medida, alarga la vida”.
Tal vez sueñe que puede soñar lo que quiera, porque lo que quiera puede ser sin mucho soñar gracias a la uva y al tiempo: blanco malvasía o verdejo o albillo, chacolí, godello, tinto joven o crianza o reserva o gran reserva, rosado, clarete, cava, orujo, vermut, mosto, moscatel. ¡Hasta vinagre puede ser!
Tal vez sueñe con lo bien que se lo pasaba cuando salía de la bodega a hombros, en los pellejos o “mosteros”, hasta que apareció la bomba de volante; tal vez con las cosquillas que le hacían las estrujadoras al aplastar los granos para iniciar la fermentación o en la prensa horizontal, cuando era extraído el jugo de la uva; o en la prensa de jaula, donde el mosto rezumaba por los orificios de la misma.

Estrujadora
Tal vez piense que nadie como él ha viajado tanto y de tan diferentes formas: en pellejos, en ánforas, en toneles, en cantimploras, en bocoyes, en barricas o en botellas. Unos y otros iban montados en caballerías, trenes, camiones de vapor, de combustible, en camionetas, barcos o aviones.

La camioneta

Cantimploras para el vino
Tal vez sueñe con que es leyenda, ritual y mito: “Algo tiene el agua cuando lo bendicen, pero más tiene el vino cuando lo consagran”.
Tal vez con todos los museos que le dedican, algo muy importante habrá hecho para merecérselo y ser visitado por millones de personas en todo el mundo.

Museo del Vino de Pagos del Rey
Tal vez sueñe con su eterno y antiguo amigo: el cereal. Pan y vino siempre se han llevado muy bien, siempre andan juntos por los caminos y nunca han faltado en la mesa, hacen un estupendo maridaje.
Tal vez sueñe con los miles y miles de manos que le han cuidado y acariciado, ya estuvieran las cepas plantadas en vaso o en espaldera, siempre le han tratado con mimo todas las manos, manos pequeñas, manos agrietadas, manos robustas, manos de todos los colores.
Tal vez sueñe con no tener más la filoxera, a nadie le gusta estar enfermo y menos por ese pulgón que fue tan destructivo en 1885.
Tal vez sueñe con lo bien que huele a todas horas porque, durante la crianza, se transforma en aromas frutales de plátano, manzana, jazmín, jacinto, lavanda o magnolia; y que tiene un sabor exquisito porque al criarse en madera se afina su sabor.
Con estos pensamientos Venancio salió de su taller y, ya en Toro, “sede real, morada de nobles, cuna de reyes”, se asomó desde el castillo para distraerse un rato con una vista bastante más amplia que el fondo del tonel.
Acercándose a la Colegiata estaba cada vez más convencido de que el vino soñaba con hacernos reír, compartirnos con amigos, celebrar momentos juntos brindando con las personas que queremos, incluso soñaba que cocináramos con él.

Colegiata de Toro
Poco a poco Venancio alcanzó la Plaza Mayor, entonces oyó unos cánticos que se iban acercando, eran toresanos de variadas edades que venían por las calles Puerta del Mercado y Corredora, otros se acercaban por la calle Rejadorada, todos entonaban una copla tradicional zamorana:
De la cepa toresana
Brota el chorro tinto y oro
De ese buen vino de Toro
Con majeza soberana.
En la tierra zamorana
Madre del pan y del vino
Y es el hermoso camino
Pleno de amor y alegría
Hacia el eterno destino.

Plaza Mayor de Toro
Venancio pidió un buen vino, se apoyó en un viejo tonel, tal vez hecho por él hace tiempo, desde el cual avistaba las cigüeñas de la plaza. Ello, unido al efecto embriagador de los primeros sorbos, le hizo recordar su infancia, su juventud y su vida en torno al vino, su amigo, con el que entabla conversación diaria con mucha templanza porque de los amigos no se abusa.
Colorín colorado este cuento soñado… ¿se ha acabado?
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Esta entrada ha sido inspirada por la visita que CYLTB hizo a las Bodegas Pagos del Rey, en Morales de Toro, de donde son todas la fotos que aparecen aquí. Muchas gracias a ellos por todas las atenciones que tuvieron, así como al Restaurante la Panera, ¡estuvo todo delicioso!
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