Al aeropuerto de Toronto llegamos con www.torontoairportexpress.com , el cual recoge viajeros en varios puntos de la ciudad, nos montamos en el que hay nada más salir de la estación. El vuelo entre Toronto y Vancouver duró cinco horas; pero, como vamos hacia la costa oeste, recuperamos tres.
Llegamos en taxi a nuestra casa de intercambio en Horseshoe Bay, en West Vancouver. ¡Qué vistas nada más llegar! Las montañas, el mar, los ferries que van y vienen de Bowen Island, de Nanaimo o de Langdale. Nos parece un lujo vivir aquí que disfrutaremos durante dos semanas.
Los dos días siguientes tomamos contacto con el lugar. Cada vez que llegas a una casa tenemos que hacernos con los electrodomésticos, con los mandos de los aparatos, con los utensilios cotidianos, con el coche, con la gasolinera más cercana, con la ubicación del supermercado más próximo porque aquí no existe la tienda de la esquina, con el horario de autobuses, con la información turística para saber qué se puede ver. Todo nos lleva uno o dos días; pero a lo que nos acostumbramos enseguida es al paisaje, increíblemente bello, que tenemos ante nosotros desde cualquier ventana.
Los cien kilómetros que separan Horseshoe Bay de Whistler son muy agradables, sobretodo al principio. Mientras se va por la bahía hasta Squamish, se ven picos con nieve en las cumbres. Whistler es un pueblo rodeado de montañas que tiene una estación de esquí. Está considerado como uno de los mejores lugares de América y Canadá para esquiar, aquí se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno y Paralímpicos en el 2010. Después de comer en plan pic-nic en la “Olympic Plaza” tomamos un café con un pastel en el Blenz, la competencia canadiense a los Starbucks. Después anduvimos por el Village Stroll, un paseo peatonal lleno de restaurantes y tiendas.
Antes de irnos decidimos hacer un súper-mini-tracking por las montañas. Sin buscarlo encontramos el Lake Lost –Lago Perdido- . Había gente bañándose, no lo hicimos ya que era un poco tarde y no íbamos preparados para ello; pero solo contemplar el paisaje merecía la pena.
Al regresar paramos en un mirador frente a las montañas donde había unos paneles que nos daban la bienvenida a la nación Squamish.
Este pueblo que ha habitado esta tierra desde tiempos remotos, antes de que se colonizara British Columbia, cree que la montañas son sagradas y así lo narran en sus leyendas. Los Squamish han luchado por su reconocimiento dentro de Canadá; por ejemplo, la señalización de la carretera aparece en su lengua y en inglés. Su cultura se muestra en los numerosos tótems que tallan en madera y que te encuentras en algunos lugares.
Nos encontramos muy a gusto en esta parte de Canadá, hay algo sagrado aquí.
Vuelta al mundo 2011/12