Dejamos Davis en el coche que habíamos alquilado y nos despedimos de nuestros anfitriones rumbo al Parque Nacional de Yosemite, para ver sus panorámicas y secuoyas gigantes.
El tiempo era muy caluroso y hacía un sol de impresión. Dicen que California quiere decir «caliente como un horno».
PARQUE NACIONAL DE YOSEMITE
A los dos lados de la carretera había campos de árboles frutales y al pasar por los pueblos veíamos chicas moviendo carteles animándonos a entrar a comer a algún restaurante, pero preferimos seguir y acercarnos más al Parque Nacional de Yosemite .

Yosemite National Park
Pronto dejamos de ver pueblos y cultivos para ver montañas con escasa vegetación durante muchos kilómetros.

Yosemite National Park
Paramos a comer en un restaurante de carretera cercano a la entrada, lo justo para reponer fuerzas y seguir conduciendo.
A medida que nos adentrábamos en la montaña iba aumentando la vegetación y los árboles eran cada vez más grandes. En cada curva nos sorprendía el paisaje. Las vistas eran muy buenas pues se ven los curiosos picos rocosos como El Capitan, las laderas de las montañas que lo rodean y, lo más impresionante, las altas cascadas como la Upper Yosemite Fall y la Lower Yosemite Fall. Todo junto parece un paisaje de cuento de hadas, como la vista que divisamos desde un mirador, con el Glacier Point a un lado.

Yosemite National Park

Yosemite National Park
Aparcamos en varios sitios del valle para contemplarlo y anduvimos por una senda hasta donde caía una de las cascadas. Las ardillas correteaban entre nosotros y no tenían miedo a las personas, será porque ya están acostumbradas, el ver a unos cuatro millones de turistas al año las habrá ayudado.
Al atarcecer nos dirigimos al hotel que estaba en Oakhurst. Cuando llegamos ya se había hecho de noche pero hacía calor y como había un jakuzi con piscina nos dimos un buen baño para relajarnos después de tanto coche.
Para cenar después de merodear entre un restaurante italiano y otro chino que no nos convencieron, nos compramos un bocadillo y bebidas en el supermercado de la gasolinera de al lado y nos lo cenamos tan campantes en la habitación del hotel.
SECUOYAS GIGANTES EN EL MARIPOSA GROVE
A la mañana siguiente teníamos ilusión por ver las secuoyas gigantes del Mariposa Grove, en Wawona. Un autobús nos llevó desde la entrada del Parque hasta el punto donde se empieza el recorrido a pie por el bosque. Había turistas de todas las nacionalidades.

Secuoyas gigantes en el Mariposa Grove
Leyendo los carteles y los folletos nos enteramos del misterioso secreto de las secuoyas. Durante años se ha querido conservar estos antiguos árboles evitando los incendios en los lugares en que ellos crecián, comprobando que, tras decadas de protección, ellos iban a menos mientras que otro tipo de vegetación se hacía más abundante.

Secuoyas gigantes en el Mariposa Grove
Lo que las preserva es el fuego, por eso ahora se hacen fuegos controlados que queman otro tipo de vegetación menos resistente a las llamas y conservan la secuoyas. Sus raíces son larguísimas pero no profundas, eso las hace mantenerse en pie y absorber el agua de las capas superiores del suelo. Los parque naturales son lugares donde la naturaleza manda y hasta el fuego causado por los rayos es necesario para que esta especie sobreviva por increíble que parezca. Esto ya lo sabían los Miwok, primer pueblo poblador de este valle que practicaba la quema de meadows y robledos para dar una apariencia de jardín a este valle.
Las idea de reconocer ciertos lugares como un legado natural que se debe cuidar y manterner intacto para que nuestros descendientes puedan conocerlo y disfrutarlo surgió en EEUU. La sabiduria indígena, como dijo el Gran Jefe Seattle, enseñaba a pensar en la tierra como en una riqueza en sí misma sin necesidad de ser explotada para nuestro antojo: «La tierra no es un regalo de nuestros antepasados, sino un préstamo de nuestros descendientes».

Secuoyas gigantes en el Mariposa Grove
Ciertas personas hicieron valer estas ideas ante el Senado de EEUU, entre ellas, John Muir, cuyo nieto conocimos en Rhode Island, en la casa de Deb. Pero esa, como se suele decir, es otra historia.
«Deberíais deteneros un momento… al principio de la cascada y cerca de sus aguas.. para aprender algo de esta fuerza, de la gran variedad de formas y sobre todo de la gloriosa música originada en las nevadas, el granizo y las tormentas que han caído sobre la superficie esculpida por el glaciar».
John Muir
Vuelta al Mundo 2011/12