Dejamos Vancouver por la carretera 99 Sur en un autobús de Greyhound. Habíamos tomado algo para comer en la estación y de postre teníamos fruta: manzanas y plátanos. Habíamos rellenado el formulario para entrar en EEUU en el que te preguntan si llevas esto o lo otro, a lo que respondes siempre «no, no, no,» y firmas, porque si contestas «sí» a algo te estás culpando de forma inocente y no te dejan pasar, suponemos.

Seattle
Cuando llegas a la frontera te bajas del autobús con el equipaje, esperas tu turno, respondes a las preguntas de rigor y registran cada maleta. Te vuelven a preguntar si llevas fruta y no sé cuantas cosas más a lo que contestamos otra vez «no». La sorpresa nos la llevamos cuando, después del escaneo, vimos que estaban registrando uno de nuestros bolsos de mano y de él sacaban ¡una manzana! que había sobrado de la comida y de la que no nos acordábamos. ¡Después de haber negado y firmado que no llevábamos fruta! La cara de susto se nos puso cuando nos dijeron que la multa era de 300 dólares, pero como la manzanita en cuestión tenía pegatina con etiqueta que ponía USA, eso bastó para demostrar que era americana y no tuvimos que pagar. Volvimos al autobús contentos; pero, ¡¡qué vergüenza! Para endulzar un poco la situación, a la acusada se le ocurrió comerse un caramelo con la casualidad de que al morderlo se la cayó un empaste y un trocito de muela. ¡Pues vaya, justo tenía que ser en ese momento!
La muela no la dolía pero el hueco era considerable.
Llegamos a Seattle y desde la estación cogimos un taxi hasta la casa de nuestros anfitriones que estaba en el Barrio de Queen Ann, un bonito lugar en una colina con buenas vistas de la ciudad. Tienen dos hijos y un gran perro, aunque sólo es un cachorro. Estaba emocionado por ver tanta gente en casa y jugaba sin cesar con los peluches viejos de los niños. También le encantaba esconder cosas entre los cojines de los sofás. Tan bien lo sabía hacer que escondió una mascota, la cual estuvimos buscando por la casa y el jardín durante todo el día sin encontrarlo, hasta que por la noche, mientras cenábamos viene todo contento con la mascota en la boca toda negra de tierra, ¡a saber en dónde lo había tenido guardado!
Fue muy agradable encontrar la hospitalidad de esta familia que nos hizo sentir como en nuestra propia casa.
Después de tomar unos helados en el barrio, nos enseñaron el animado mercado de Pikes Place Market, donde compramos todo lo necesario para hacer una paella buenísima, pues los mejillones, almejas, calamares y langostinos eran de primera.

Pikes Places Market
Los puestos de pescado son un espectáculo porque en cada puesto hay un pescatero delante del mostrador y varios detrás; cuando pides algo al pescadero que atiende delante, éste le canta una cantinela a los compañeros que están detrás, que a su vez le responden otra cantinela como si estuvieramos en una zarzuela. Cada pescado tiene la suya propia. Es una pena que nuestro oído en inglés no sea tan bueno como para captarlas. Cuando el cliente elige un pescado, como un salmón, por ejemplo, el de delante se lo lanza a los de atrás por los aires y estos lo cogen con gran acierto. Todo eso rodeado de turistas haciendo fotos, la mayoría de los cuales vienen en los cruceros que se detienen en el puerto de Seattle.

Mercado de pescado
Al lado de este mercado está el primer starbuck, con el logotipo original.
Seattle es una ciudad moderna que se fundó hace unos 150 años con motivo de la llegada de los primeros buscadores del oro de Alaska. De aquí salían y aquí llegaban los barcos. Hoy día su principal fuente de riqueza es la empresa Microsoft en la que trabajan 40.000 personas, de las cuales 10.000 son millonarios, tal como nos contaron. ¡Seguro que nos cruzamos con alguno de ellos!
Al día siguente salimos de paseo por los muelles hasta el Olimpic Sculpture Park subimos al Space Needle, desde donde se ve una vista de toda la ciudad: de los lagos Union y Washingon y del Monte Rainer y el Monte Baker y de las montañas de Olimpic National Park al Oeste.

Space Needle

Desde el Space Needle
Volvimos paseando al borde del Lago Union viendo las casitas flotantes que se ven en la película Sleepless in Seattle (Algo para recordar).

Casas flotantes
No nos dio tiempo a visitar el museo de Musica y el de Arte porque teníamos que salir para Yakima.

Museo de la Música
Bueno, siempre hay que dejar algo por ver, así tienes una disculpa para volver.
Vuelta al mundo 2011/12