Lucca nos eligió a nosotros y así empezamos nuestro VIAJE POR EL MEDITERRÁNEO. Todo comenzó con una propuesta para intercambiar la casa, muchas veces no sabes muy bien todo lo que te puede ofrecer un lugar no tan conocido. Aquí va nuestro relato, desde Lucca disfrutando la Toscana.
Lucca
Estuvimos muy bien en la casa de intercambio que Giovanna y Fabrizio nos propusieron. También estaba su hija, una au-pair polaca y Titi, la gata, la cual nos miraba con curiosidad como pensando quiénes serán estos que me cogen y me dan de comer.
Lucca está muy bien situada para recorrer la Toscana. La ciudad en sí merece ser visitada; está rodeada por una muralla de cuatro kilómetros, que recorrimos en un día soleado bajando y subiendo por varios accesos para ver y pasear por su historia. Ya los romanos estuvieron aquí; en el año 56 a.C. se reunieron Julio César, Craso y Pompeyo. En la Plaza del Anfiteatro ahora hay casas construidas sobre los muros del antiguo edificio.
La Catedral de San Martín, el resto de iglesias con sus bonitos campanarios y las mansiones que hay en el centro bien conservado, dan una idea de la importancia de Lucca en la Edad Media, incluso fue República Independiente durante 500 años. Desde la Torre Guinigi se divisa muy bien la ciudad, así como su emplazamiento, rodeado de suaves montañas.
La Plaza Napoleone debe su nombre al Emperador francés que la conquistó en el año 1805, puso al mando a su hermana Elisa Bonaparte.
En Lucca nació Boccherini, escuchad su famoso «Minuetto», y Puccini, seguro que habéis oído su «O Mio Babbino Caro». Tal vez le vino la idea de alguna de sus famosas obras paseando por la tranquilidad de sus calles.
Alrededores de Lucca
Cerca de Lucca está la Garfagnana, una comarca verde con los Apeninos al fondo.
En Borgo a Mozzano hicimos una parada para ver el Puente de la Magdalena, más conocido como Puente del Diablo, del siglo XIV que se construyó en lo que es la Vía Francígena, una ruta medieval de peregrinación hasta la tumba de San Pedro en Roma desde la ciudad inglesa de Canterbury.
Más adelante está Barga, otro pueblo medieval en un hermoso emplazamiento. Como Bagni di Lucca estaba en el camino paramos, es famoso por sus aguas termales.
Pisa
Pisa está a tan solo quince kilómetros de Lucca, es muy fácil ir en autobús, el cual nos dejó a las puertas de la misma Plaza de los Milagros donde está la famosa Torre Inclinada.
Se empezó a construir en 1173 y desde sus comienzos ya empezó a inclinarse debido al suelo y a que solo hicieron tres metros de cimientos, muy escasos para soportar el peso de la Torre, que en realidad es el Campanario de la Duomo.
Ese fallo de construcción es su mayor atractivo ahora y es uno de los monumentos más visitados de Italia, tanto que para subir cobran 15 euros por persona; la vimos desde fuera. Lo que más merece la pena de esta ciudad, en la que nació Galileo Galilei, es esta plaza en la que cobran por entrar a cada lugar, vimos la Duomo y el Baptisterio por dentro, pero nos quedamos con la visión general como el mejor recuerdo de Pisa.
Cinque Terre
Desde Lucca fuimos a Cinque Terre, en la Región de Liguria. Lo forman unos pueblos pintorescos de casas de suaves colores con terrazas que descienden al mar emplazados en una costa “bellísima”, como dirían los italianos.
Fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el 1997. Llegamos, vía La Spezia, a Manarola, donde aparcamos. De ahí cogimos el tren que recorre todos los pueblos para bajarnos en Vernarza, volvimos andando por la costa hasta Corniglia para volver a coger el tren a Manarola.
Este, como todos los días que hemos pasado en la Toscana, han sido días muy repletos de historia, de charlas con Giovanna y su familia, de descubrir hermosas ciudades, como Siena, San Gimignano, Volterra y Florencia, pero ese relato lo pondremos en otra entrada porque la Toscana da para mucho.