Salimos de Kuala Lumpur de noche hacia Shanghai. Antes nos habíamos despedido de nuestros anfitriones, los cuales nos habían dejado un piso al lado del suyo; estaba justo en frente del Palacio del Rey, el cual es elegido entre los distintos sultanes del reino. También veíamos las Torres Petronas y la Torre de Telecomunicaciones.

Ese mismo día por la mañana nos habían invitado a desayunar en un restaurante local, nosotros les habíamos ofrecido una cena con la consabida tortilla de patata y paella. Después habíamos visitado el Museo de Arte Islámico donde vimos varias maquetas de las mezquitas más famosas del mundo, así como otras secciones destinadas a armas, libros del Corán, orfebrería, numismática y vestidos. Es un museo no muy grande, pero bien organizado desde donde se puede ver la Mezquita Nacional, a la que habíamos acudido otro día y en la cual el grupo de chicas se tuvo que cubrir la cabeza y el cuerpo.

Es una mezquita moderna, donde, al igual que en el museo, la simetría en la decoración de los azulejos en paredes y suelos les dan equilibrio y belleza, lo mismo que tienen las famosas Torres Petronas, del arquitecto argentino César Pelli, son la sede de las compañías de petróleo y gas de Malasia, cuando se inauguraron en el 1997 eran las más altas del mundo, desde entones le han dado prestigio al país. Además de oficinas sus primeros pisos están destinados al centro comercial Suria, donde tienen tienda, al igual que en otros centros, las principales marcas de moda mundial; Asia va hacia arriba.

Las Torres tienen un brillo especial por la noche, hay que verlas al anochecer desde su misma base aunque también se las pueda divisar desde muchísimos puntos de esta ciudad que se creó por el hallazgo de minas de estaño en la confluencia de los ríos Klang y Gomback, de hecho su nombre significa “confluencia fangosa”.


Estuvo colonizada por los británicos y se independizó en 1857. Una breve historia de la capital de Malasia se puede ver en el City Hall, en la plaza Merdeka, donde ondea la bandera entre club de criquet que los británicos instauraron y el edificio del Sultán Abdul Samad.
Al lado está la biblioteca, a la que entramos, vinos que tenían libros en inglés y algunos diccionarios de español. Cerca hay algunos edificios coloniales más de estilo mogol y la mezquita más antigua de Kuala Lumpur, la Jamek Mosque, donde se unen los dos ríos. Mezquitas es lo que más se ve, de hecho malasia es un país musulmán, pero con libertad de culto hacia otras confesiones.

Solo basta ir a la Batu Cave, de culto hindú, para ver la importancia de este pueblo en Malasia, la simbología de sus esculturas y los monos que por ahí andan esperando coger el agua o lo que sea a las personas, nos dan constancia de ello. Paseando por el templo encontramos el inicio de una festividad hindú; había personas que se afeitaban la cabeza para después darse una pintura a modo de purificación. El colorido hindú es asombroso.



También a Kuala Lumpur vienen turistas y estudiantes de Irán, de hecho vimos un número significativo de parejas, ellas tapadas hasta los ojos y totalmente vestidas de negro. Las mujeres de Kuala Lumpur suelen ir, muchas de ellas, simplemente con un pañuelo que les cubre la cabeza, hace años no lo llevaban porque no formaba parte de su cultura.
Desde lo alto de la Torre de Telecomunicaciones, una de las más altas del mundo; desde su observatorio, además de comprobar que se siguen construyendo rascacielos, también vimos un par de iglesias cristianas. Fue interesante ver cómo, al anochecer, se iban iluminando los edificios de esta ciudad que está creciendo muchísimo y donde los coches tienen más importancia que los peatones, a veces no ves ni aceras, hay que ir en taxi a todas partes, menos mal que son muy baratos. Nuestra anfitriona, que es de aquí, nos contó que hace treinta años no había ni un edificio alto. ¡Qué poderío económico están cogiendo algunos países asiáticos!

Pero en Kuala Lumpur no todo es carretera y coches, se puede pasear muy bien en medio de la naturaleza por los Lake Gardens, donde hay distintas partes: las orquídeas, los ciervos, los pájaros o el parque de las mariposas. A veces nos perdíamos por estos parques tan seguidos unos de otros, pero siempre tienes un taxi que te quiere llevar donde lo necesites o la respuesta de algún malayo que gustosos te ayudan.

Todos estos recuerdos se amontonaban en la cabeza mientras, antes de dormirnos un poco, volábamos hacia Shanghai.