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Nápoles, un puerto bajo el volcán

El Vesubio, Nápoles

Es la primera impresión que tuvimos: Nápoles, un puerto bajo el volcán; porque al que le gusten los puertos, que venga a Nápoles. Montado en un barco, en medio de la gran bahía, rodeado de tierra, mar y con su volcán, el Vesubio, verá una auténtica ciudad portuaria, acogedora e inquieta a la vez.

Cuando un napolitano te enseña su ciudad

En su interior es tan compacta, que adentrarse en ella no es fácil, salvo que tengas de guía a un napolitano auténtico como nos ocurrió a nosotros. Esta es una de las ventajas del intercambio de casas no simultáneo, el compartir el hogar, la comida y el conocimiento que cada uno tiene de su ciudad.

Ellos nos dieron a degustar sus platos típicos como los panecillos con frutos secos, la pasta o los ricos quesos, hacia los que somos muy, muy receptivos y, en correspondencia, aprendieron los trucos de nuestra paella.

En Nápoles teníamos planeado visitar Pompeya y Capri, pero no habíamos explorado más posibilidades, como un paseo al atardecer con el que nos regalaron nuestros anfitriones, yendo desde Rione Alto a través de infinidad de calles y callejuelas estrechas y en pendiente, llenas de coches aparcados y ropa tendida en los balcones, hasta el Molo di Mergelina, para ver el Castello dell’ Ovo y el Vesubio.

Nápoles
Nápoles

También la Via Coroglio, desde donde se ve el Mar Tirreno con sus islas, y el Parco Virgiliano, con el que Nápoles rinde homenaje a este gran poeta que pasó aquí gran parte de su vida.

Según una leyenda, Virgilio habría escondido un huevo mágico en los cimientos del Castel dell’Ovo, sin el cual la fortaleza se destruiría y Nápoles tendría catástrofes.

Para saborear una buena pizza nos recomendaron La pizzería del Presidente donde pudimos comprobar lo buena que está la pizza frita. Por cierto, Bill Clinton estuvo en esta pizzería, pero el nombre no se debe a él.

Pompeya, toda una ciudad

Nápoles, nea polis, nueva ciudad, como la llamaron los griegos que la fundaron, tiene una larga historia de la que se enorgullecen sus habitantes.

Pompeya
Pompeya

La antigua ciudad de Pompeya es la mejor muestra del pasado romano. Al pisar sus calles es fácil imaginarse como sería la vida de un pompeyano en el foro, en el teatro o en el circo.

Pompeya
Pompeya

Se ven los baños, la panadería, las tabernas, las villas de la gente pudiente y las paredes con grafitos y pintadas.

Pompeya
Pompeya

Se ve también la tragedia de morir asfixiados por las cenizas del Vesubio. Los romanos desconocían que era un peligroso volcán y que podía explotar debido a que está taponado como una olla a presión. Los napolitanos viven con esa inquietud y se han acostumbrado a ella.

Capri y Neruda

El Golfo de Nápoles está limitado por las islas de Ischia, Procida y Capri, a la que llegamos en un barco rápido en el que con buen tiempo es mejor ir en cubierta para evitar marearse.

Capri, reina de roca, vestida de color amaranto y azucena, como la llamó Pablo Neruda, es un lugar ideal para ir a ver paisajes, más que a comer, beber o comprar, porque los precios son bastante más caros que en cualquier otro lugar.

Capri
Capri

En cuanto sales del itinerario que siguen los turistas de los cruceros que llegan en masa, descubres un pueblo mediterráneo de callejuelas, vistas extraordinarias a los acantilados y aguas cristalinas.

Neruda estuvo Capri en el invierno de 1952 y aquí escribió Las uvas y el viento y Los versos del capitán. La isla es conocida por la cantidad de famosos que vienen a ella y se alojan en el Hotel Quisisana. Los cruceros no dan tiempo suficiente a sus pasajeros para ir hasta Il Faraglioni o hasta el Arco Naturale, tan solo para ir hasta los Jardines de Augusto y tomarse un helado.

Capri
Capri

Nosotros no tuvimos tiempo de ir a Anacapri, el otro pueblo de la isla, pero es que siempre en todo viaje hay que optar.

Un poco más de Nápoles

El último día lo dedicamos al centro histórico desde la Plaza Dante hasta el Duomo, pasando por Benedetto Croce, donde están las iglesias de Santa Chiara y Gesù Nuovo, por la calle Gregorio Armenio, famosa por los artesanos helenistas.

En los escaparates también había un sinfín de figuras de Polichinela, el personaje de la comedia del arte que, entre burlesco y fanfarrón, interpreta la realidad de una manera muy propia del sur de Europa.

Calles de Nápoles
Calles de Nápoles

Este vagabundo que se las da de ser alguien y la emprende con cualquiera que le contradice recuerda a algunos políticos que tenemos por estos lares. Nos gustaron algunas de las figuras pero no las compramos por ser demasiado frágiles y grotescas en exceso, tan sólo nos quedamos con unos peperoni de cristal rojo, a un euro, otro de los símbolos de Nápoles.

Nos despedimos de esta peculiar ciudad desde el ferri de la compañía TTT Lines con destino a Catania en Sicilia. Tres noches y cuatro días de los que llevamos un buen recuerdo. ¡Arrivederci, Polichinela!