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Un cuento en el Acuario de Monterrey, California

Había una vez un caballito dragón que vivía en un acuario y siempre veía lo mismo: caras de personas que le miraban con cariño. Ese era su mundo, día tras día oía la misma música apacible y veía …¿las mismas caras? ¡No!

Unos días le contemplaban caras más pequeñas, otros más grandes; veía caras alargadas, redondeadas, de tez morena, blanca, con barba, con bigote, caras con algunos granos, pero todas las caras tenían algo en común: le contemplaban como si estuvieran soñando.

Belleza en el Acuario de Monterrey

Pero… ¡un momento! Había una cara que le estaba resultando más familiar porque la veía varios días. Era la de una persona que trabajaba en el acuario de forma voluntaria explicando a los visitantes curiosidades de los caballitos de mar, como que los machos llevan los huevos que las hembras les pasan hasta que se desarrollan y nacen otros caballitos de mar. Él había nacido en el acuario de Monterey y no conocía a ningún ser más que viviera en el mar.

Acuario e Monterrey

-¡Ya está bien! ¡Basta de desplazarme arriba y abajo continuamente! ¡Fuera la rutina por un momento! ¡Quiero ver mundo! Se dijo, aunque solo sea mundo marino.

La voluntaria observó que no se enroscaba la cola con otro caballito de mar y que se quedaba, casi siempre, en el mismo lugar de su adornada pecera. Lo mismo día tras día. Pensó que, tal vez, había olvidado su baile. Se le ocurrió enseñarle el mismo a través de un vídeo que conservaba en su cámara.

Caballitos de mar en el Acuario de Monterrey

Al caballito dragón le gustó. ¡Por fin algo diferente! Inclinó la cabeza como muestra de agradecimiento. Al ver este gesto la voluntaria, animada, le mostró más fotos de otros caballitos de mar.

¡Había otros parecidos a él, pero diferentes! Volvió a inclinar la cabeza afirmativamente. A la voluntaria se la ocurrió sacarle en una pecera más pequeña para que viera otros animales del acuario. Pidió permiso. Como no la pusieron ninguna pega, así lo hizo. Le llevó a ver el tiburón blanco, las anémonas que forman un bosque mágico, las juguetonas nutrias y otros más.

Anémonas en el Acuario de Monterrey

¡Había otros animales en el acuario! Todos distintos, desconocidos, ¡maravillosos! Todos tenían en común el mar, aunque unos vivieran en las profundidades y otros necesitaran la luz cerca de la superficie. “Si no salgo, no lo veo”, se dijo.

Habitantes en el Acuario de Monterrey

A la voluntaria, al verle girar sobre sí mismo en toda clase de ángulos, la vino a la cabeza una idea curiosa: si las personas vienen al acuario a ver los animales para saber sobre ellos, ¿por qué no pueden los animales salir del acuario para ver más personas y conocer dónde viven?

Inquieta por este atrevido pensamiento pidió un nuevo permiso y, como la gente que vive frente al mar es muy abierta de miras, se lo volvieron a conceder.

Para esta labor pidió ayuda a más voluntarios del acuario. Todas acogieron esta idea disparatada con emoción porque las ideas atrevidas y valientes son las que nos hacen avanzar. Como en Monterrey hubo, y aún hay, empresas de conservas de sardinas, prepararon unas peceras acristaladas con estructura metálica. Unas eran pequeñas muy bien decoradas, otras grandes de formas extravagantes para adaptarse a todos los habitantes del acuario. Unas tenían forma cuadrada, otras de pirámide, ¡hasta las había esféricas!

Baile de medusas en el Acuario de Monterrey

El primer día que todas las personas voluntarias salieron en direcciones distintas como los fuegos artificiales, fue único. Los animales del acuario conocieron colegios, campos de fútbol, tiendas, cafés, gasolineras, supermercados, paseos, iglesias, hospitales, etc. En todos ellos la gente sonreía, lo inhabitual suele hacer feliz a muchas personas. Los animales estaban expectantes y mostraban curiosidad por lo que veían. Pero lo que más asombro les causó fue lo más cercano para ellos: el mar; ver el mar desde arriba.

Desde entonces en el acuario entran y salen personas y animales marinos. Todos tienen una mayor concepción del mundo e, incluso, hay unas tarjetas para escribir a los políticos del país con tus sugerencias y sentimientos para conservar nuestro mar común, el que tanto nos aporta. Esto, al caballito dragón, le gustó y, aunque no sea del todo libre, ya sabe lo que hay al otro lado de su coqueta y cuidada pecera.

Lugares donde hay caballitos de mar en el mundo

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Cuando estás dentro del acuario de Monterrey, cerca de Aptos, se te ocurren mil cuentos por las muchas sensaciones que percibes. Es un acuario muy bien planificado y didáctico. Por ejemplo, no solo ves un documental, sino que hay alguien que le va comentando en directo. Otra característica es ver los muchos voluntarios que hay, muchos de ellos personas mayores, pero ¡activas! A ellas les dedicamos este sencillo cuento.

Tal vez un día Clint Eastwood, que fue alcalde del cuidado pueblo de Carmel, al lado de Monterrey y en el que estuvimos en su bonita playa de arena fina al atardecer, le dé por hacer una película. Sí, sí, ya sabemos que el cuento es muy simple, pero una música por aquí, un efecto por allá, puede quedar muy bien. ¡Anímate Clint! Tú seguro que lo bordas. ¡Escríbenos! Te hacemos la versión larga. Mientras tanto, soñemos. Ayuda a caminar.

Vuelta al Mundo 2011/12

Disfrutando en Carmel, California