El café italiano tiene fama; será la mezcla, será el agua, será la leche espumosa, el caso es que aquí sabe mejor, y si lo acompañas con un pastelito milhojas, ya no te lo quieres perder ningún día. Si encima lo tomas mientras miras el Ponte Vecchio en Florencia o Il Campo de Siena, además de sabroso resulta enriquecedor, pues la cultura entra mucho mejor si utilizas el gusto y el olfato. Por eso hemos titulado esta entrada “Capuchino con historia en Florencia y Siena”.
Siena y La Toscana
Florencia y Siena, rivales entre ellas desde época medieval, son dos de las más famosas ciudades de la Toscana, aunque hay otros pueblos como San Gimignano y Volterra que nos dejaron boquiabiertos por la calidad de sus murallas, la cantidad de torres defensivas y por sus palacios. El paisaje montañoso, con los fértiles valles y las laderas llenas de olivos y vides hacen que está región sea un lugar muy bello para pasear. Para no perdérselo.
Dedicamos uno de nuestros días en Lucca a ir en coche hasta Siena. Una confusión en la salida de la autopista nos llevó a meternos por una carretera secundaria y descubrir cómo son los paisajes y pueblos de la Toscana, que se suceden muy juntos unos de otros.
Después de un montón de bajadas y subidas por la carretera, apareció Siena tras una montaña. Nos dirigimos hasta la muralla y la bordeamos hasta que conseguimos aparcar. Siena está construida sobre colinas y ello hace que tenga buenas vistas sobre la ciudad medieval. Callejeamos desde la iglesia de San Domenico hasta la Catedral, es impresionante por dentro y por fuera.

Catedral de Siena
Los mosaicos de mármol del suelo son únicos y, aunque han tapado la mayoría para protegerlos, han dejado algunos al descubierto que nos admiraron.

Detalle de un mosaico en la Catedral de Siena
De allí fuimos hasta la plaza, Il Campo, lleno de gente sentada comiendo al sol. Hemos observado que muchos turistas optan por llevarse un bocadillo como nosotros, en vez de sentarse cada día en un restaurante. En Il Campo se celebra el famoso Palio en julio y en agosto. En él cada grupo ha recibido un caballo para participar en la carrera en un sorteo y, según nos contó Fabrizio, todo vale para obtener la victoria.

Plaza Il Campo, Siena
San Gimignano y Volterra
Salimos de Siena hacia San Gimignano y Volterra, ambos pueblos medievales. Del primero impresionan sus torres y el segundo posee restos de un anfiteatro romano. Pasear por sus calles te hace imaginar su pasado, las guerras y los placeres que ha padecido y disfrutado. No visitamos sus museos de la tortura, pero haberlos los hay en cada pueblo.

San Gimignano

Anfiteatro de Volterra
Florencia
Florencia es una ciudad grande y, sin embargo, vista desde el excelente mirador de la Plaza de Michelangiolo, llama la atención la regularidad de los edificios, no muy altos, entre los que destaca la gran cúpula de la catedral, los campaniles, los puentes sobre el río… Nosotros habíamos venido en autobús Vaibus desde Lucca en un día de lluvia que parecía no dar tregua. Lo cierto es que teníamos idea de visitar las iglesias y los museos para estar a cubierto. La primera parada fue en la Catedral, que es fabulosa por fuera pero por dentro es bastante sobria.

Catedral de Florencia
De allí fuimos por la calle principal parando en la iglesia San Michelle hasta la Plaza della Signoria donde están los palacios Vecchio y Uffici. La cola que había para entrar a este último era de las que te bajan la moral pues parecía que todos los turistas de la Toscana habían mirado la previsión atmosférica y tenido la misma idea que nosotros.

Florencia
Como al poco tiempo escampó, decidimos dejar ese museo para pasear por el río Arno y subir hasta el mirador de la Plaza de Michelangiolo para no perdernos la mejor vista de la Toscana, la cual nos habían recomendado en nuestra casa de intercambio.

Florencia desde el mirador de Michelangiolo
Paseamos por la casa donde nació Dante hasta la Plaza de la Annunziata donde está la iglesia de la Santísima Anunciación, el Hospital de Innocenti y la Galleria della Academia. Esta vez sí que esperamos una media hora de cola que tuvo como compensación contemplar El David. ¡Cómo Miguel Ángel le pudo esculpir esa expresión en el rostro! Deja admirados a todos. El David fue todo un símbolo para los florentinos en el siglo XVI pues significaba el triunfo de la razón sobre la fuerza bruta, en él veían un héroe que luchaba por un motivo justo sin vanagloriarse de su victoria sobre un enemigo más fuerte.
Lo que nos hace admirar a Miguel Ángel tal vez sea lo mismo que nos hace disfrutar del capuchino: ambos han conseguido el equilibrio.