Dresde es una ciudad con mucho atractivo e historia y está cercana a muchos lugares de interés: castillos, naturaleza en la Suiza Sajona, viñedos, paseos en barco por el río Elba y pueblos con mucho encanto.
Dresde
Siempre es agradable visitar Dresde, esta ciudad tiene mucho que ver.
El Rey Augusto le tenía especial simpatía, de hecho nació aquí en 1670. Fue Rey de Polonia entre 1697-1733, para lo que se tuvo que convertir al catolicismo, además de Elector de Sajonia desde 1694 hasta el final de su reinado.
A las afueras de Dresde está el Schloos und Park Pillnitz, Palacio y Parque, la residencia de verano del Rey Augusto El Fuerte; se empezó a construir en el 1720.

No lejos, dicho rey también tenía los jardines Barockgarten Grossedlitz. Aunque ahora no estén en su esplendor, se adivina lo que pudieron ser, con todas sus fuentes echando agua. Son muy llamativas, pero necesitan una rehabilitación.
El casco antiguo de Dresde, con sus calles y plazas, invita a pasear; desde un céntrico mirador, hay una buena vista del río Elba. Lo que vemos en esta ciudad está prácticamente todo restaurado, ya que fue violentamente bombardeada al final de la Segunda Guerra Mundial: del 13 al 15 de febrero de 1945 las tropas aliadas anglo-americanas soltaron unas 4.000 toneladas de bombas de gran potencia. Doce semanas más tarde la Alemania nazi capituló.
La destrucción que se causó y las numerosas víctimas, alrededor de 20.000, muestran la estupidez y los horrores de las guerras. Erich Kästner, escritor para niños y adolescentes, era de Dresde y escribió: “Nací en la ciudad más bella del mundo. Pero, pequeño, aunque tu padre fuera el hombre más rico del mundo, no podría llevarte a verla, porque ya no existe. […] En mil años se construyó su belleza, en una noche fue horriblemente destruida”.
Nuestros amigos nos contaron que la recuperación fue posible gracias a los habitantes de la ciudad, que aún hoy en día siguen rehabilitando algunos lugares.
Ahora Dresde es una ciudad muy visitada por turistas, que sorprendentemente desaparecen por las tardes. Hay museos de interés, de los que vimos tres:
El Lipsiusbau, donde había una exposición sobre el bombardeo de Dresde del artista chino Xu Jiang; el Albertinums, principalmente de escultura y pintura alemana; el edificio ha sido recientemente rehabilitado y el Historisches Grünes Gewälbe, que alberga las joyas y tesoros del Rey; subimos a la torre para observar las mejores vistas de la ciudad. Nos quedamos con ganas de conocer el cuadro La Madonna Sistina, con los dos famosos ángeles, del pintor italiano Rafael, que están en posters, postales y otros elementos publicitarios. Otra vez será.

En Dresde también hay grandes centros comerciales cerca del centro histórico y una vida cultural activa, más local al otro lado del río, donde hay restaurantes en patios de casas muy curiosos.
Vimos el Festival Stadfast, que se celebra en agosto, con muchos puestos callejeros de comida, mercadillos de varios tipos, degustación de vinos, música y espectáculos en 3D.
Otra de las ofertas de Dresde es la hacer una excursión en barco por el río Elba.
Radebeul
Radebeul es un lugar con viñedos y muy buenas comunicaciones con Dresde.
Desde que una de nuestras hijas hizo un intercambio lingüístico en Alemania, siempre que podemos nos vemos con la familia con la que estuvo. Mantenemos la relación desde hace años.
Los primeros días paseamos por los alrededores de Radebeul, desde donde se ve Dresde. El pueblo, inmerso en un valle de viñedos.
Radebeul es conocido también por tener un museo dedicado a Karl May, el famoso escritor de novelas del oeste, en la que fue su última casa.
Pudimos degustar los vinos de esta zona en Schloss Wackerbarh, donde también había una exposición de Friedensreich Hundertwasser.
A este pintor y diseñador de edificios austriaco ya le conocíamos por las de viviendas que diseñó en Magdeburg, ciudad alemana en la que realizamos un intercambio de casa hace tres años. El color y las formas de su obra da alegría a quien lo ve; tal vez las familias que viven en sus edificios tengan una actitud más positiva ante la vida.

Moritzburg
Moritzburg era el Palacio de Caza del Rey Augusto. Ya estaba construido, pero le remodeló entre 1723-1733 como una casa de campo. Está rodeado por un lago artificial, pero lleno de belleza.

A él fuimos andando desde Radebeul, aunque volvimos en tren de vapor. En Alemania, aún se conservan varios trenes de este tipo, ya que el anterior régimen de la República Democrática Alemana les cuidó al no disponer de otros. Hoy en día viajar en ellos es un placer; cubren pequeños trayectos llenos de encanto.
Seiffen
Hay un pueblo en este estado de Sajonia donde siempre es Navidad: Seiffen. En él se pueden comprar durante todo el año adornos y motivos navideños de madera. Las tiendas son numerosas y llenas de encanto. Todo empezó como una alternativa económica a las minas de carbón que había en la zona.

De camino a Radebeul paramos en Freiberg que fue centro de la industria minera; su universidad es del siglo XVIII y su casco urbano es realmente interesante.

Suiza Sajona
Caminar por la Suiza Sajona es, aunque te canses, un placer por el contraste de sus paisajes: rocas de formas diversas y bosques. Cogimos el tren desde Radebeul hasta Bad Schandau, cruzamos el Elba, después, un ascensor y, desde ahí, empezamos a caminar.
Vimos las casas de estilo suizo en las que Rudolf Sendig puso su sello. Parece que estás en otro país. Después caminamos y caminamos por el bosque, varias veces subiendo y bajando escaleras hasta alcanzar diversos miradores, todos ellos con unas vistas espectaculares y llenas de sosiego.

Cuando ya llegábamos a nuestro destino, Schmilka, nos cayó una lluvia torrencial en medio del bosque; llegamos totalmente calados al tren de vuelta; bueno, nuestros amigos alemanes no porque son muy precavidos y llevan de todo en sus mochilas.
Zoo de Leipzig
El zoo de Leipzig abrió en 1878 y es de los más antiguos de Europa y más famosos de Alemania, incluso tiene un programa propio en la televisión.
Ya habíamos estado anteriormente, pero esta vez fuimos para ver una sección nueva: Gondwanaland, dedicada al bosque tropical: el calor húmedo que allí respiramos era el mismo que tuvimos en el Hemisferio Sur.

Spreewald
Spreewald no está en Sajonia, sino en el estado de Brademburgo, a una hora y media camino de Berlín.
Allí fuimos para recorrer en canoa las diversas ramas del río Spree en un paraje verde, agradable y sereno. Se pueden alquilar canoas o piraguas para tal motivo. Hicimos unos diecisiete kilómetros remando, parando en varios momentos en los restaurantes que hay para tomar algo.

Spreewald está catalogado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera desde 1991.
Meissen
También muy cerca de Radebeul está Meissen. Además de ser un pueblo digno de ser visitado por su belleza arquitectónica, es interesante porque aquí se obtuvo por primera vez en Europa la cerámica blanca, en 1708. Ello lo propició, ¡cómo no!, el Rey Augusto, para tener una producción europea propia, ya que en aquellos tiempos solo se conocía la muy apreciada porcelana china.
Visitamos la fábrica Porzellan Manufaktur, la misma donde se inventó esta cerámica, llamada Oro Blanco, mezclando cuarzo, feldespato y caolinita.

Vimos, de forma guiada, los diversos procesos de elaboración: muchas piezas se hacen con los mismos moldes originales de hace tiempo. La tienda es un tanto prohibitiva, los precios son altos. La fábrica exporta principalmente a Japón y Taiwan. Para evitar falsificaciones se creó en 1720 su símbolo de dos espadas cruzadas, mirad a ver si tenéis alguna pieza por casa.
Dejamos esta zona de Alemania, que tiene mucho atractivo, y Dresde, una buena base para moverte por todo lo que ofrece.
Vuelta al Mundo 2011/12