Un intercambio, para chicos/as de 9 a 17 años con Adolesco, no solo es un viaje a un nuevo país en una inmersión lingüística.
Es un viaje a una nueva cultura, es un viaje a la aventura, a nuevas experiencias, es un viaje hacia dentro, donde se está forjando la personalidad, es un viaje que elimina barreras y fronteras, físicas y mentales. Es un viaje a la tolerancia. Por eso estamos convencidos que un intercambio puede cambiar el mundo.
El principio
Todo empezó cuando nuestras hijas tenían 9 años. Con esta edad partieron hacia otro país para realizar un intercambio con una familia que, en principio, no conocíamos de nada.
Las personas que crearon Adolesco las habían emparejado con unas niñas de otro país, en base a unos informes y a una entrevista que hizo cada familia en su país.
A partir de ahí se estableció una comunicación entre las dos familias, que no hemos dejado de mantener desde entonces.

Los reencuentros con la familia alemana
Ya han pasado unos años desde que nuestras hijas hicieron un intercambio, una en Alemania, la otra en Francia. Desde entonces no hemos parado de reencontrarnos con nuestras “hijas” europeas.
Nos gusta mucho recordar todos aquellos lugares en los que hemos compartido experiencias, comidas y charlas con sus padres. De alguna forma, la familia ha aumentado con los dos intercambios. Todos los encuentros que hemos tenido después del intercambio han estado llenos de calidez y entusiasmo por enseñarnos rincones de nuestros respectivos países.
Asturias
Así, recordamos cuando con la familia alemana fuimos a Asturias y tratamos de enseñarles a escanciar sidra. O cuando nos bañamos en las playas asturianas con sus castros enfrente y, por la noche, cenábamos un pescado a la barbacoa y, sin prisa, nos comentamos las noticias que nos bombardean de uno y otro lado. Te das cuenta que nada es igual desde el punto de vista de la otra parte.
Radebeul
También recordamos las visitas que les hicimos a Dresden, las estupendas caminatas por la Suiza Sajona, el relajante paseo en canoa por Spreewald , catalogado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera desde 1991 o los buenos vinos blancos que degustamos en Radebeul, donde residíamos rodeados de viñedos.

Recordamos nuestros paseos por Dresden, al lado del río Elba, mientras nos contaban que en esta ciudad está prácticamente todo restaurado, ya que fue bombardeada casi al final de la Segunda Guerra Mundial. Las tropas aliadas anglo-americanas soltaron unas 4.000 toneladas bombas de gran potencia, doce semanas más tarde, la Alemania nazi capituló. La destrucción a la ciudad y las numerosas víctimas, unas 20.000, muestran la estupidez y los horrores de las guerras. Nos contaron que la recuperación fue posible gracias a los habitantes de la ciudad.

No podemos olvidar Moritzburg, el Palacio de Caza del Rey Augusto; ni Meissen, donde se obtuvo por primera vez en Europa la cerámica blanca, en 1708; ni el zoo de Leipzig; ni Seiffen, donde siempre es Navidad.
Binz
Juntos también pasamos unos días en Binz, calma, playa y buenas comidas regadas de amistad.

Juntos también hemos descubierto Bruselas desde nuestra casa de intercambio en Lanaken y, hace poco, nos vimos de nuevo en Breslavia.
Los reencuentros con la familia francesa
Recordamos nuestros viajes con la familia francesa. En Francia nos mostraron la costa Presq´île de Giens; Castelet, un pueblo pequeño con tiendas y vistas bonitas al paisaje típico provenzal; Aix-en Provence, una ciudad más grande, muy bonita y limpia; Sanary, otro pueblo pesquero; o el sendero pedregoso por el litoral de la Côte d’Azur, de libre acceso por las rocas y por mar, aunque no está permitido adentrarse en los bosques por ser propiedad privada. Fuimos desde el Fort de Bregançon, una de las residencias del Presidente de la República Francesa hasta una de las playas.

Nosotros les enseñamos Burgos y su Festival de Danza Contemporánea Burgos-New York. Juntos estuvimos en Cataluña, en nuestra casa de intercambio de Perafita; de ahí a Barcelona y todo lo que ofrece esta vibrante ciudad.
Los reencuentros en la adolescencia
Todas las chicas han ido creciendo y, como ya podían coger un avión solas, han venido las dos y juntamos a las cuatro en Gilet, Valencia, donde también hicimos intercambio de casa. ¡Fue emocionante verlas a todas a la vez!
Vimos obras de teatro del Off Sagunto a los pies del muro del Teatro Romano, nos bañamos en playas, nos acercamos a Peñíscola y, ¡cómo no! a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Cuenca y Albarracín fueron paradas de camino.

Posteriormente también visitamos, con una de ellas, Cudillero, la Playa del Silencio, la playa de las Catedrales -foto destacada-, la Ruta del Oso, … y Conil, Tarifa, Vejer de la Frontera, Cádiz, Mérida,… con la otra.
En España también estuvimos anteriormente en La Alhambra, Frigiliana, Olite, Navarra, San Sebastián, Cantabria, y tantos pequeños lugares de nuestra provincia, Burgos, llenos de encanto.
Tiempo de pandemia
En la Navidad de 2020, en plena pandemia, tuvimos la satisfacción de recibir en casa a nuestra hija alemana, que estaba haciendo un Erasmus en Salamanca y no podía viajar a Alemania debido a las restricciones. Cierto es que viajar ahora supone vérselas con pruebas PCR, antígenos, vacunas y restricciones múltiples de lo más variadas según comunidades y países. Las familias que se deciden a realizar intercambios lo tienen más difícil pero no imposible. En 2021 se están realizando intercambios exitosos con Francia, Alemania e Italia.
Visto en la distancia, ¡cuánto nos han aportado los intercambios!
Ante tanta barrera, muros, vallas, brechas, zanjas y una larga retahíla de nombres que alejan a las personas y sus culturas, creemos que no es pretencioso decir que un intercambio puede cambiar el mundo.