Recorriendo el Noreste
Tras un cambio de rasante te espera un paisaje desconocido con un territorio volcánico de interminable dimensión o una puesta de sol infinita con un mar tranquilo al fondo. No faltan volcanes o cordilleras con nieve de fondo.
Las otras protagonistas son las cascadas y cataratas. Ya se confunden en la memoria, de tantas como se ven. Algunas requieren hacer caminatas, otras se ven desde la carretera, como Rjúkandafoss. Se nos van haciendo como una parte habitual del paisaje de Islandia.

Cada paisaje causa más asombro. El cañón áspero y brusco cavado por la fiereza del agua donde solo hay roca y arena de repente se transforma en un lugar cubierto de árboles que iniciaban la estación otoñal.

Lago Lagarfjót
El lago Lagarfjót le vimos desde lo alto regresando de Seyðisfjörður hacia Egilsstaðir, la ciudad más grande en esta parte este de Islandia.
En el sitio más recóndito y guardado por muros naturales se esconde un bosque precioso y un lago misterioso de 25 kilómetros de largo.

Alrededor del lago Lagartjur, o Logurinn, hay bosques; al no ser lo normal en Islandia nos agradó mucho este paisaje. Al ir de Egilsstaðir hacia las cascadas Litlanesfoss y Hengifoss condujimos por el bosque a un lado de la carretera y el lago al otro.
Cascadas Litlanesfoss y Hengifoss
Al llegar hay un parking, ahí mismo se puede empezar la ascensión a las cascadas. Primero está Litlanesfoss, más adelante Hengifoss, hasta la que no llegamos, solo la vimos desde la distancia. Nuevamente Islandia nos regaló dos bonitas cascadas en una sola caminata.

Volvimos por la carretera 361 bordeando el lago por el otro lado hasta coger la 1, disfrutando de la vista del bosque enfrente.
Selfoss y Dettifoss
Para llegar a Selfoss dejamos la carretera 1 y nos adentramos por la 832, que está en malas condiciones por su suelo pedregoso y sin asfaltar. Hubo que ir muy despacio durante unos cuantos kilómetros.
Todo esfuerzo tiene su recompensa y, nada más aparcar, ya pudimos disfrutar de una cascada en la que la fuerza del agua es su belleza.

Anduvimos un camino pedregoso de un kilómetro y medio para llegar a Dettifoss: estupenda la vista que se tenía desde allí. Sus aguas caen por una larga pared y van hacia Selfoss.

Estuvimos un buen rato contemplando Selfoss, el tiempo se nos echaba encima y queríamos detenernos en otro lugar que no habíamos previsto al empezar el día.
Ásbyrgi
En Selfoss nos encontramos con una familia española que nos habló de un paraje de cuento: Ásbyrgi. Como nos pillaba de camino nos acercamos.
Ásbyrgi fue la sorpresa del día, ya que no habíamos oído hablar de él. También se le conoce como la Huella del Caballo de Odín. Es un bosque rodeado de una pared rocosa semicircular que contiene un lago realmente bello en su parte más recóndita. Todo es de reducidas dimensiones y pasear por él fue toda una delicia.

Cuenta la leyenda que el caballo de Odín, Sleipnir, que tenía ocho patas y era el mejor de los caballos, dejó su huella en este lugar, de ahí su forma de herradura.
Húsavík
Poco antes de llegar a Húsavík pudimos ver, mientras conducíamos, un atardecer de película con el mar al fondo.

Así llegamos a Húsavík, pueblo pesquero con buenas vistas, un lugar donde mucha gente hace excursiones para ver ballenas. No estaba esto en nuestros planes, al haberlas visto ya en Cape Cod, Massachusetts, momento memorable y omnipresente que guardamos en nuestra memoria, tal fue la emoción que nos produjo ese encuentro.
Dimos un pequeño paseo por el puerto y cenamos en el Salka Restaurant, de ambiente local. Comimos un pescado muy bueno después de un día completo de paisajes.

Alojamiento
La ducha geotérmica del Húsavík Cape Hotel y el ambiente acogedor de su salón-comedor, donde nos ofrecían bebidas calientes, puso colofón a esta jornada. Incluye un buen desayuno y está cerca del puerto para ir andando. Le recomendamos.
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