Si vais a Milán no os perdáis subir a la terraza de la Catedral, pasear entre chapiteles góticos no es algo que se pueda hacer en cualquier parte. Los canales (Navigli) son otro atractivo de Milán, los descubrimos por casualidad porque nuestro apartamento en Gaggiano tenía habitación con vistas a uno de ellos. Llevan el sello de Leonardo da Vinci, que los hizo más navegables.

Duomo de Milán
La vista frontal del Duomo tiene un magnetismo especial que hace que no se pueda dejar de mirar, es una joya. Son quinientos años los que duró su construcción. El edificio está recubierto de mármol rosado y se puede rodear paseando. Merece la pena visitar la iglesia por dentro, pero la atracción más singular es pasear por la azotea. Aunque a la terraza se puede subir con pantalones cortos, a la iglesia no te dejan entrar sin estar cubierto, son intransigentes.
Nosotros aparecimos en la Piazza del Duomo, después de un trayecto en tren y Metro de unos 30 minutos desde la estación de Gaggiano y la impresión que recibimos fue muy grata, a pesar de la cantidad de gente que había.

Piazza del Duomo
La Galleria Vittorio Emanuele, que conecta el Duomo con El teatro de la Scala, es otro atractivo arquitectónico de Milán. Es un esplendoroso ejemplo de galería comercial acristalada del siglo XIX y un edificio inspirador de otros con estructura de hierro.

Galleria Vittorio Emanuele, desde la azotea de el Doumo
Desde ahí se puede empezar un paseo por el centro de Milán hasta el Castello Sforzesco, complejo que alberga varios museos y colecciones.

Castelo Sforzesco
Nuestra visita a Milán fue corta, tan solo dos días y uno de ellos era para visitar la EXPO sobre la alimentación. Decidimos que podía ser una interesante escala entre Suiza y Francia y es verdad que no nos decepcionó. Los milaneses tienen además la suerte de estar muy cerca de los Alpes y de los lagos Maggiore y Como. Sin embargo, la próxima vez nos estudiaremos mejor la forma de entrar por carretera, porque el GPS era incapaz de aclararse en el laberinto de circunvalaciones que encontramos a la entrada. De todas formas, también se podría decir que “todos los caminos conducen a Milán”.